1. USAR EL TONO EQUIVOCADO
No todos los iluminadores están hechos para todos los tonos de piel. Asegúrate de escoger un tono que verdaderamente ilumine tu piel, no uno que se asemeje tanto que termine fundiéndose con ella. Si el color de tu piel es medio-oscuro, elige tonos desde el dorado melocotón hasta el bronce. Si tu piel es clara, opta por los tonos más translúcidos, semejantes al marfil.
2. APLICACIÓN INCORRECTA
¿Estás usando una crema iluminadora? En ese caso no deberías aplicarla con brocha sino con las yemas de los dedos para que el acabado resulte uniforme. Termina presionando suavemente en las zonas que desees iluminar.
Otro error común a la hora de aplicarlo es ser demasiado impaciente. Cuando apliques un iluminador líquido sobre tu base de maquillaje, necesitarás esperar entre la aplicación de ambos hasta que se absorban por completo. Podrás finalizar aplicando polvos translúcidos sobre todo el rostro.
3. ZONAS DEL ROSTRO EQUIVOCADAS
El iluminador no siempre surte el efecto deseado. Si no lo aplicas en las zonas del rostro correctas puedes conseguir un efecto de ensanchamiento visual de tu rostro. ¿Las zonas correctas para iluminar? Mejillas, nariz y arco de Cupido (zona central del labio superior). Por supuesto, el efecto iluminador se desvanecerá si lo aplicas por todo el rostro. Y, si lo extiendes en exceso, conseguirás que tu rostro parezca cansado.
4. EXCESO DE PRODUCTO
El exceso de polvo iluminador puede dotar a tu piel de un efecto esmerilado, casi escarchado, en vez de aportar luminosidad. El iluminador debe reflejar la luz de forma natural. ¡Tenlo siempre en cuenta!
La cantidad de iluminador que debes aplicar depende de la calidad de la luz que haya en el entorno. En lugares con luz suave y tenue puedes optar por aplicar algo más de cantidad (siempre con medida). Lo ideal sería aplicar el maquillaje en el mismo lugar y con la misma luz con la que se te verá después, así que, ¡asegúrate de que la luz no te pille desprevenida!